20 de febrero de 2012

Macabro

Se sentía aburrido latente violencia. Aburrido, monótono.
No pensaba; tenía hambre. Voraz. Quería matar a todos a su alrededor; veía silencios y máscaras indiferencia dolor. No soportaba su neutralidad ante esa escena.
Cierra los párpados; los abre.
Solo. En un lugar oscuro y tenía hambre, tanta hambre. Su estómago se quejaba; deseo. Quería comerse(la)
Se lamió el brazo. No sabía a nada solo a nervios y decepción. Se mordió, dolor. Gritó y mordió aún más fuerte. Sentía placer al ver que su brazo se teñía de rojo ante la falta de un pedazo debajo de su mano derecha. La sangre pasó de ser óxido y sal a ser (ultra)violencia soledad y vida. Vida que se escurría despacito.
Parpadeo.
La piel de su rostro se descamaba y trozos de carne colgaban de ese brazo casi destroazado; algunas de sus uñas estaban incrustadas en el suelo. Un espacio amplio lleno de pupitres; Salón de los Espejos, Facultad de Abogacía, calle 49 entre 6 y 7, La Plata, Buenos Aires, Argentina. No estaba del todo solo; de espaldas la veía a ella. A ella y a su pelo rubio.
Sus ojos perdidos maniáticos neuróticos se clavaban en su cuello dispuesto a morderla.
Qué le pasó?
Comenzó a rasgarse el estómago. Su piel descamada cedía fácilmente se topó con sus músculos abdominales se despedazó de a poco mientras comenzaba a morder su brazo izquierdo.
Cerró los ojos.
Se sentía fallido venenoso efermo. Seguía con hambre convertido en una masa amorfa sangrante e incompleta, empezó a caminar y volvió a ese lugar oscuro.
Sus mirada estaba totalmente ausente como evocando recuerdos y su boca bañada en sangre chorreaba fluidos. Cuello y rostro violentados sentía asco y podía verse su corazón latir, más abajo sus intestinos rugir y digerir su carne furiosamente. Comenzó a castañear sus dientes partiéndolos, tragándolos.
Sufría y disfrutaba comiéndose(la)
Parpadeo fugaz
Salón de los espejos. Veía como todos esos caretas lo miraban mientras se mordía, zombie.
Abre los ojos.
Un cuerpo destrozado en su departmento; ve su pelo rubio nomás, sin rostro. Enfermo.
Cierra los párpados.
Parecía deliciosa en la clase, más aún bajo la Luna, carne fresca. Golpes tantos golpes y salpicaduras, tanta violencia, destrozando esa careta. Ella cruda, es mejor.
Enfoca la mirada.
Su brazo su cuerpo sus dientes habían desaparecido. Seguía teniendo hambre.
Abre los ojos una vez más.
Está en su habitación iscura y el aroma a putrefacción se esparce por todo el ambiente. Los demás lo habrán notado?
Las uñas están incrustadas en la pared.
Cierra los ojos.
Clase. Salón de los Espejos. Pelo rubio y caretas.
Abre los ojos.