Se vuelve automático se vuelve
desamparado pues sola
no puede lidiar con esos monstruos
y no hay Dios que la ampare
ni siquiera las pastillas
aguas turbias y ojos de El Cairo. Jamás se secan.
Drenan fe. Abandonan la imagen del espejo y alimentan
el odio cuando araña las puertas cerradas que le corresponden abrir.
Veintiún primaveras, todo en vano, maldigo la vida y sus alrededores.
Por favor. Es un grito de ayuda más que nunca.