17 de abril de 2012

María y Oscar

Jugueteaba con sus labios mientras escuchaba el tic tac del reloj. Mordía sus carnosos labios mientras se comía un poco de su lápiz labial color cereza condimentado con un poco de sangre. Los nervios la consumían. Se enfrentaba a su asesino.
En el Infierno las reglas son distintas de lo que todos creen. No es simplemente el eterno sufrimiento por los crímenes, los horrores las perversiones sino el hecho de ejercer el poder de tortura sobre la víctima.
Hay varias reglas, excepciones y variantes. Pero para el caso de este asesinato en particular, el modus operandi no era muy complejo: cada cierto tiempo (es imposible determinar su paso en el Infierno por más que los relojes sigan un compás) se confrontaban víctima y victimario. Quién resultase más fuerte, recibía un castigo leve; el débil, era castigado por el ganador de la confrontación. Ésta no era más que una simple entrevista de dinámica incierta. Nunca se sabía qué era lo que ocurría detrás de la puerta de cedro, nunca se determinaba cuáles eran las pautas para ganarse un lugar más cómodo. Más allá de las arbitrariedades, esos mecanismos eran justos. No daban lugar a trampas.
Ella esperaba sentada en una habitación de cuatro paredes blancas y dos puertas; una por la que se ingresaba, otra por la cual debía enfrentársele al monstruo que la había matado.
No era la primera vez que se entrevistaban; siempre era lo mismo, se miraban, él le hablaba y en cuanto ella bajaba la mirada y se mordía los labios perdía. Y él hacía cuanto quisiese. Así desde 1977.
La puerta se abrió. Ella rubia y noven todavía con sus 23 años entró. Había un escritorio gastado en medio de la habitación y dos sillas. Él la esperaba. Como siempre. Castaño, joven, encantador. Pero la frialdad no se había retirado de su mirada. Jamás lo haría.
- Supongo que recordás bien todo, no María? Estaba lindo ese 17 de abril, no? Estabas hermosa. Así, con tu labial rojo y ese pelo rubio y largo que tenés. El que tironeo siempre que... bueno, bien sabrás las cosas que te hago no? - le decía impasible mientras sus ojos verdes la taladraban excitado al recordar.
-...- El silencio de María era atroz. No quería seguir perdiendo. Jamás decía nada. Callaba y miraba al suelo. Pero ya no. Le sostuvo esos ojos de chacal, y con su mirada azul, le dijo- Seguí Oscar. Dale hijo de puta, qué más me vas a decir?- sin inmutarse siguió sonriendo- Cómo me cojés de todas las maneras mientras me torturás peor que cualquier monstruo? Cómo me sacás los órganos para fornicarlos y al rato estar intacta para que sigas y sigas mientras me golpeás, destrozás, mutilás? Mirá que callé mucho tiempo eh, pero creo que ya es tiempo de hablar. Supongo que te acordás el día en que me mataste no?
- Cómo olvidarlo -dijo tratando de disimular su asombro su miedo - si...
- Si fue una tarde noche del 17 de abril de 1977. Yo salí a pasear a Té, mi perro. Cuando volví a mi casa vos estabas adentro. Eras mi compañero de facultad, mi mejor amigo, el que me ayudaba a resolver los problemas de Lógica. Me golpeaste la cabeza, me arrancaste de los pelos y me destrozaste la ropa. Me rompiste un brazo, me rompiste el culo también, y con el revólver que tenías me reventaste las rodillas. Pero, en mi agonía, te acordás qué hice, no?
-...- Oscar estaba perdiendo el control. Ya lo había perdido
- Te disparé hijo de puta, pedazo de mierda, te revente la jeta. Te hice mierda. Fue un regadero de sangre. Me mataste pero te llevé conmigo. Ese es el placer más grande. Y no decía nada por miedo yo, qué estúpida! Cagaste ahora eh. Yo te voy a seguir ganando siempre. Mi castigo va a ser menor. Pero vos vas a estar a mi merced de ahora en más. Y ahora sí preparate para el verdadero Infierno, hijo de puta.
La puerta se abrió, y entró el señor alto, bien parecido y de traje gris que siempre iba cuando se determinaba el ganador. Sí, sólo él sabía. El Jefe de ojos rojos era el único que impartía justicia.
- Obviamente -dijo con voz musical- Oscar esta vez perdiste. Y no creo que puedas con ella de nuevo. Es un nuevo ser renacido en el Infierno.
María, disfrutá. Por un largo tiempo no debés confrontarte de nuevo. Realmente necesitabas esto.
El rostro del asesino estaba petrificado en una mueca de dolor y admiración. María se sentía hecha. Qué le quedaba ya?
Sufrimiento eterno, Haberno, fuego. Y el placer de matar una y otra vez al psicópata que le arrebató la vida. Se lo tenía merecido.

Unfinished ending

Me pierdo y las hojas se van
Los árboles se desnudan
Para reanudar la Ouróboros incesante
Y sí, de otra manera no puede ser
Dentro de la noción humana abstracta
Tiempo
Pasa
Y pasa
Y cuando me di cuenta te perdí
Me perdiste
Y aún así te encuentro
Si no te busco te pienso si no te pienso te veo si no te veo morís para resucitar y si no es eso simplemente pasa que la vida sigue
Las secuencias no se rompen
No siempre, bah, El Destino es juguetón
Y la Ilusión de Libertad también
Ya es abril, próximamente mayo
Y junio y así
Marcos que nos permiten vivir
Y marcos que nos encierran tras barrotes de rutina
De olvido
De infelicidad y conformismo
De conservar la idea mas no el espíritu
Y qué hay de nuevo en todo esto?
Que todo llega a un punto sin retorno
En el cual intereses individuales se ven desplazados por otros de espectro más amplio
Toda matiz es incierta o contradictoria
Optar por blanco o negro
Pero no puedo viste, a veces el humano y la carne es débil
Me fui por las ramas
Semidesmudas
Y el día se torna sepia bajo el Sol
Y la vida se vuelve una foto
Y la muerte una realidad
Y sin darme cuenta me dejé ir
Y sin más que decir, me fui
Me retiré
No creo que vuelva, ya no es necesario
Si todo cambió
Si yo cambié sin saberlo
Ignorando, padeciendo
Un sueño y un calor
Un color se retiró de mi rostro
Y un poco más de alcohol no me va a matar
Pero no es el final adecuado
Nunca nada es como lo planeamos
Y si lo es, nada vale la pena
Me equivoco?
De nuevo el Otoño
La Ouróboros
La vida
Los intereses
Y vuelta a la vida, solos en primera y última instancia
Humanos ilusos
No quiero darle un final, se ve
Asi que lo dejo así
Diciéndote que