29 de enero de 2014

Dulces dieciséis.

La piel es oscura, como si estuviese bronceada, pero no, es natural y de seda, joven y tersa, firme y surcada por algunos lunares que se pierden en la infinidad del cuerpo y en rutas que se dibujan y desaparecen con cada trazo y cada mirar. La cara curtida y seria, una boca chiquita que no esboza rastro de sonrisa, pero oh, la imagino y debe ser hermosa. Una expresión seria inmutable y fija, me clava la vista y no cede en ningún momento ante la adversidad, ojos verdes y pardos, ojos de gitana, que hipnotizan y sólo me vienen a sobrar, malestar cuando la abuela se muere. Una matriarca, congrega animales embebidos en whisky.
Dulces dieciséis; creo que sos Maira o María o lo que fuere, me da igual, las transparencias de esa ropa no dejan lugar para la inocencia. Tampoco tu corpiño rojo...
Pero tu cara, esa cara aniñada y hermosa y seria, sos perfecta para cometer uno y mil crímenes brutales, romperte la cara con un fierro para borrar la excesiva soberbia y después profanar tu templo de las peores maneras, amputando tu feminidad.
Pendeja gitana, espero no olvidarme nunca de tus expresiones y danzas al caminar, me encanta el sadismo que volviste miel.