2 de agosto de 2014

Ya nada es igual.

Prepararme para el acto. Alistar las frutillas y los mechones de pelo y los chocolates por promesas. Decepcionarme por tus decepcionantes intentos de ser hombre. Llegar vestida con una sonrisa agria que cruza mi cara, esperando el milagro, esperando que en la tierra de ensueño te acordases de mí. Saborear el egoísmo con cada intento de respirar ese aire viciado, repleto de estática, estática autista que no me motiva en absoluto. La torpeza del cansancio, del elixir, de tu lengua llena de dulce que pegotea cuello y apenas me hace sentir algo; hasta el mordisco. Pensar  "¿Qué mierda hago acá a fin de cuentas?" si sabía que las cosas podían terminar así,  en nada, cortando con la abstinencia y retomando la monotonía que no me duele, pero que confirma que yo no vivo realmente. La piel no alcanza, y del otro lado de vos no hay nada. Y es que a fin de cuentas te quiero. Pero no es suficiente.