21 de mayo de 2015

Lactar

Qué rico el jugo de melón. Lo imagino entre mis dientes como sus hijos dentro de mis ojos.

Tragos de Nada que me dicen que soy fácilmente
reemplazable.
Influencias de vidrio y cartón. Impulsos poblados de miedo.
Soy un ser una criatura un animal
un ente
que amaga a abandonar su ego
y tiene discurso de zurda miserable
cuando patina el embrague
cuando se ve acorralada
pero si te fijás bien, ama errante
ama equivocada
y odia con el resto de vida que le queda.
Soy una cosa
prescindible.

Inquietud

Ropas de hombre
de pibe de varón.
Siempre, nunca dejo de tener frío
busco esa pertenencia
mi souvenir.
Porque es tuyo y no deja de serlo
pero tu tela ahora es mía
se convierte en mi piel
por sobre las calzas
y abajo del acolchado.
Ya no tiene tu olor
sólo mis aromas y mis llantos
quizás perfumes ajenos
desgracias egoístas
noches en vela y días de insomnio.
No es tuyo
y mío es ilusorio
es del recuerdo del momento al cuál perteneció alguna vez de forma genuina
sin contaminar.

20 de mayo de 2015

Eva

A Eva le gustan las cosas que brillan.
Eva corre y balbucea, no deja de mirar nada a su alrededor.
Eva rechaza mis bombones y vuelve hacia su abuelo.
Es encantadora en sus ropas rojas.
Eva no sabe que su cuerpo
le depara dolor
así como locura.
Tironea de mi pulsera
y se va gateando.
Eva no sabe que si crece
todo va a irse al demonio.
Eva, qué hermosa que sos
incluso acá cuando todos
lloran al muerto.

19 de mayo de 2015

Cuatro: Ficciones

Me inyecté una vez más desolación y libertinaje. Caminé y a lo último creí que me seguían, la paranoia nunca se va.
Probé los cafés más ricos de mi vida. Y me abrigué al son de la música y los cantos, me fui a dormir a otra piel.
Desventuras de una
sola
noche.

14 de mayo de 2015

Infancia feliz.

Jamás llovía. Todo era cuestión de que estuviera bien peinada (esa colita que me arrancaba los sesos) y que el vestido de algodón esté limpio.
Escondida jugar a que las Barbies eran lesbianas (no, no tenía un Ken, pero tampoco molestaba que se besaran entre sí, ni ellas ni sus pechos de plástico)
Y no hacer enojar a la Nonna cuando íbamos a su casa cuando surgían emergencias maritales (sí, papá fajando a mamá)
Me perdieron la varita mágica y yo no volví a ser la misma. Revolví todos los cajones pero no hubo caso.
Té de limón. Galletas de agua y chocolate amargo.
Un abrazo, un beso, olor a viejo.
Ver el sepia de un Otoño de verdad (esos que eran en serio, no como ahora)
Ocultarme de las furias y exigir regalos.
Saciarme, monstruo caprichoso.
Rodearme de horrores y mundos oscuros; calaveras, vampiros, querer venderle mi alma al Diablo.
Ir a las santerías. Ver cómo le prendían velas a San La Muerte (nunca sirvió de nada)
Hasta que empecé a juguetear con los aros. Ropas negras. Raspones y cortecitos ínfimos. Ataques, disociar.
Y hoy estoy acá frenada. No hay riscos, no hay camino, no distingo los puntos cardinales.
Ya no hay estrellas.
Simplemente, no hay nada. Estamos mi piel y yo siendo peor que la Nada.
Sigo sin entender cómo es que estoy respirando.

1 de mayo de 2015

Tres: Las manchas en el delantal.

Y es que no me acostumbro a pintar las paredes de sangre, dejar mariposas, explotar pétalos tras el gatillazo.
No sos el primero, pero realmente no me acostumbro. Las manchas para que se salgan son un suplicio, y aunque la pintura blanca restaure, yo veo a la sangre pudriéndose ahí.
Veo a los gusanos comiéndose sus caras que ya no son caras son solo carne deforme y maloliente.
Carne desmembrada bajo tierra. Abajo de las mesas del patio de atrás.
No vas a ser el último mi amor, no creas que sos tan especial después de todo.