29 de marzo de 2015

Uno: Huida de los perfumes

Porque se veían y no eran más que una dulce compañía. Querían que sus paladares tuviesen gusto a piel ajena. Sus pieles locas y gustosas. Transpiradas y sin color.
Se olvidaron de dónde se conocen; la vida los llevó por ritmos extraños y llenos de nada. De violencia y humos raros.
Sólo se llaman y se degustan y se matan y se absorben hasta no quedar nada.
Siempre perfumada.
- Quiero saber cómo olés realmente - escupió él mientras le acariciaba el pelo. Mientras olía su respiración.
- ¿Qué?
- Eso. Quiero saber cómo es tu carne sin cremas. Sin perfumes. Sin jabones con químicos. Quiero captarte y saborearte, as you are.
- ¿Por qué? - preguntó ella, cambiando de posición, tapándose con la sábana su ombligo y sus pechos.
- ¿Podrías simplemente hacerlo?
Se miraron un buen rato. Ella se sentía rubia. No entendía por qué le pedía algo tan sonzo. Como si eso afectase.
Y él respiraba cada vez más rápido. La miraba se derretía y se moría de hambre.

Durante un mes no se hablaron. Eso no era anormal.

-Acá estamos
- Sí.
- Como siempre.
- Te quería contar...
-¿Sí? ¿Pasó algo? ¿Estás bien?
-Si, si; estoy bien. Quería contarte que hace como un mes que no uso cremas ni perfume... ¿te acordás que me lo habías pedido?

Eso lo tomó por sorpresa. Y de repente la bomba de sangre empezó a palpitar más y más rápido.

-¿Querés probarme?

Es que estar a sus pies
es todo lo que necesito