27 de diciembre de 2014

Viaje

Logré sentarme a las orillas de la no-reflexión, la negación de una misma de forma total.
La belleza de la posibilidad de la no existencia.
Llegué a la Galería Desesperanza, y los cuadros se derretían en las paredes. Todos lloraban.
El silencio se me acercó cada vez más, y se alejó en cuanto todo ardió.
El fuego lamió mi piel. Y yo sólo quería desaparecer abajo de una piedra.
Porque el histeriqueo no es lo mío y la histeria me calza hermosa.
Más de un juego conspirativo. Creerme burla.
Y la solución a todo no es más que una o dos pastillas, a falta de presupuesto.
Nunca hacen tantas ganas como ahora de no existir