Te habías dormido abrazado a mí
a este ataúd de estrellas
que reconozco como cuerpo
que reconstruyo como perdido.
Me miraste a los ojos
durante el huracán
cuando las galaxias explotaban
cuando nos jugábamos voraces.
Las llaves se trabaron.
La cornisa empalideció.
Había amanecido en aquel entonces.
Ni el sol puede curar una vida.