5 de agosto de 2015

Inicuo

"No quiero volver" ya pensaba el veintiséis y finalmente mis ojos se quedaron en su pecho, intento de cielo y aire puros, en un abrazo que pretendía mantenerme entera en una sola pieza. Porque me desmorono pero te alzo, no se podría esconder tanta belleza Señor.
Lloré y lloré (y de a ratos sigo llorando) porque feliz ante todo, a pesar de extrañarlo furiosamente (a su inmensidad su tibieza su sonrisa su aroma en esta camisa que no me animo a sacarme todavía)
Bebí a sus hijos, tomé su sangre, degusté sus lágrimas - deliciosos y nobles cristales - a lo largo de un tiempo falseado y un no-lugar, engendrando las mejores palabras que jamás tuve, lo mejor de mí, los días más dichosos.
Baños de luna. Noches de escuchas clandestinas hacia mi Ello, mientras sucedían mimos de los cuales jamás tendré noticia.
Porque queremos porque somos imperfectos. Y eso otorga el color necesario para estos riesgos tomados y aventuras que valen la pena, que cierran y abren ciclos de serpientes que se devoran, que provocan esr amor por la vida que yo no supe encontrar sola.
Las sierras son testigo, de que estábamos exactamente donde debíamos estar: entre películas y corridas y piel y más piel y muchos tragos lindos y caminatas por la ciudad, tomados de la mano.
Gracias a Usted y todo el frenesí de por medio; artífice de una Linternita que jamás volverá a ser la misma, aunque se parezca a su fantasma.
En esta ocasión no seré el Freebird, aunque tema que Usted pueda tomar esa postura.
Anoche se quedó hasta lo último, cuando partía. Yo lo vi partir sólo... y no debía ser así. Aunque la vida real llame.
No dejo de estar feliz de todas formas.
              Nos vemos pronto, Inicvvs.