1 de abril de 2015

Dos: Hola mi amor.

¿Escuchás eso? ¿Podés escucharlo? Son mis vísceras; todas y cada una gritan tu ausencia, vociferan tu nombre, reclaman tus dedos para ser desgarradas.
Desde lo más hondo mis ojos ruegan que no te despegues de mi cerebro, y mis uñas exigen tu piel muerta.
Deseo que me comas hasta la última astilla de hueso.
Ya no puedo dejar de extrañarte, y quiero que seas tal cual imagino.

Pienso un recuerdo falso, en el que te esperaría sentada en algún lado, preferentemente desolado, una parada de colectivo en medio de la nada misma, un desierto, todo blanco y lleno de luz y viento y polvo, en Córdoba.
Quiero que vengas cuando estoy mirando para otro lado, seguro fumándome un cigarrillo mantando la ansiedad, con mis lentes oscuros, te acercarías y nos veríamos y sonreiríamos como idiotas (quiero creer que voy a encantarte cuando me veas) y después de sacarme suspiros del pecho de un abrazo, besarte hasta dormirme en tus labios, y luego del preludio susurrarte con la cara a punto de rompérseme de tanto sonreír.
Susurrarte, mientras te toco el rostro, y guardo tu olor en mi nariz, mientras me mirás y nos sabemos reales.
Susurrarte, decirte después de todo, "sos como te imaginé"

- Pensó eso y siguió durmiendo la siesta, sintiendo el someday somehow más real que nunca en su piel -