Fue toda la culpa de ese baldazo de mierda que me pegó en la cara; se llama Realidad.
Me volví un ser estable pero apagado. Me tengo asco, y este estado de iluminación prematura se viene astillando hace unos cuantos días.
No caí aún tan bajo como para poder saber qué es sufrir, qué es apreciar el aire que estoy respirando.
Pasé de ser la puta que pateaba adoquines a alguien que mantiene una rutina y se aburre con el mundo. El amor y el odio me resultan aburridos. Eventualmente, cuando los patrones se siguen, sin darnos cuenta nos automatizamos. Y se le van los matices a las cosas. Se pierde el sabor del dolor.
Creo estar gestando algo espantoso. Y es el preludio al desastre.
No creo ser merecedora, ni tener algo real en este envase. Me limito, mis pies están anclados, y me arrastro, papá, mamá, váyanse todos a la reputísima madre que los parió.
Esto de ser una hija pródiga de la Madre Naturaleza es difícil de llevar a cuestas.
Aunque el camino sea interesante.
4 de abril de 2014
El Prefacio
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